Debido al desarrollo y popularidad de las nuevas tecnologías, y en particular de las redes sociales y chats, muchos casos de este acoso se producen a través del llamado ciberbullying. Estadísticamente, uno de cada cuatro casos de acoso escolar es ciberacoso. Pero, ¿qué es el ciberbullying? Por definición, según el departamento gubernamental, es «toda forma de maltrato físico, psicológico, verbal, sexual o social que se produce mediante la utilización de medios digitales (típicamente móviles, internet o videojuegos online), siendo éste llevado a cabo generalmente entre iguales, de forma sistemática y reiterada en el tiempo, con la intencionalidad de producir un daño y aprovechándose de un desequilibrio de poder». Según los datos del Teléfono contra el Acoso Escolar del Ministerio de Educación y Formación Profesional, el 30% de los acosos tienen lugar en edades entre los 11 y 13 años.
En los últimos años, esta amenaza se ha extendido como una epidemia en el ámbito escolar y es la carga que muchos niños y niñas llevan en silencio. Sin duda el principal problema planteado al hablar de ciberacoso es que es el único tipo agresión que también se da fuera de las aulas; lo cual genera en las víctimas mucho más estrés, aislamiento, ansiedad, depresión… llegando incluso en algunos casos, incluso al suicidio.
El miedo a “denunciar”, la ley del silencio, la falta de comunicación o la vergüenza a la que se enfrentan nuestros menores, son los principales factores para el desconocimiento del ciberacoso; pero según estudios, un 90% de menores han sido testigos en alguna ocasión de este tipo de acoso en su centro y un 30% han sido participes, ya sea como víctima o como agresor. Por supuesto, la “temática” de este ciberacoso evoluciona con la edad, siendo en el colegio dirigido al que es físicamente diferente (el que lleva gafas, esta gordito, etc.), y sin embargo en la secundaria es una cuestión de personalidad y carácter (si es tímido, por ejemplo).
¿Cómo detectar el ciberacoso?
A veces salir e ir al instituto no es tarea fácil para algunos menores. Siempre han existido las rencillas entre los pequeños, pero hoy en día se aplica el “si no se sabe, no existe”; sin embargo, y por desgracia, el ciberacoso es real. Existen algunas señales que pueden alertarnos que un menor sufre acoso escolar:
- Plantea excusas todos los días para ir al centro escolar.
- Rechaza acudir al colegio.
- Es habitual que el rendimiento escolar disminuya.
- Está aislado y desmotivado.
Extorsión, acoso, vejaciones, insultos, aislamiento social… En la lucha contra este problema social, todos estamos implicados y somos responsables. Cualquiera que conozca un caso tiene la obligación moral de intervenir de alguna manera, debemos hacer lo que se pueda para evitar el sufrimiento de un menor. Siempre.
“A menudo, el camino correcto es el que puede ser más duro de seguir. Pero el camino duro es también el que nos hará crecer como un seres humanos.” Karen Mueller Coombs.
Testimonio
“Pasó hace tantos años que ya casi ni me acuerdo… Cuando era adolescente pensaba que no existía eso del “ciberbullying”, en mi época casi ni había teléfonos táctiles o redes sociales como ahora. No sabía qué era eso del “grooming” o “sexting” de los que se habla ahora, no sabía cómo podía influir la opinión de la gente en los demás; no lo sabía hasta que lo tuve de frente, mirándome cara a cara y no sabía cómo escapar.
Seguramente, y no orgullosos, todos podemos decir que conocemos a alguien al que le llamaban cuatro ojos o que se metían con su físico o por llevar brackets en el colegio o instituto. Aunque lo peor es que casi nadie cuenta que existen las amenazas y el aislamiento social para aquellos que lo sufren. Nadie cuenta que hay una niña que debe cambiar de colegio o un niño que decide quitarse la vida. Pero también existen, y por eso he decidido contar mi historia.
Es embarazoso contar una historia que has decidido olvidar, pero quiero creer que es por el bien de muchos. Como todos los adolescentes en el instituto, estábamos formándonos como personas, aún podíamos cambiar de personalidad si queríamos, y todos queríamos tener un grupo de amigos al que pertenecer, queríamos crecer, queríamos gustar… y ese fue el problema. Vengo de un colegio y un mundo en el que se buscaba la igualdad gracias a un uniforme y unas normas; y, sin querer serlo, fui objetivo del chico listo, guapo y deportista del instituto. Obviamente si cuento esto es porque se fue de las manos.
Por ese entonces yo no tenía maldad, no creo que me enseñasen lo que era eso… Por eso no pensé que alguien pudiese ser tan ruin como para amenazar a una chiquilla de 15 años con contar mentiras sexuales y difundirlas por las redes sociales. Era un chico muy agradable, listo y deportista. Nos pusieron juntos por un trabajo que debíamos hacer, y lo hicimos. Tuvimos tiempo para conocernos y sí, confié en él. No debí hacerlo. Un día intentó besarme, yo no quise y eso le cabreó. Pero lo que no sabía era que lo había grabado y saco imágenes del video en las que parecía, con una buena historia basada en la mentira, algo que realmente no ocurrió. Empezaron las amenazas a cambio de no difundir esas fotos. Realmente no recuerdo cómo pasó, ni durante cuánto tiempo, sólo que no quería que se supiese. Conseguí salir de ese bucle, un día simplemente dejó de amenazarme y supongo que se iría con otra. Lo sentí por ella. Fue algo breve y basado en una mentira, pero una vez escuché que una mentira mil veces repetida, se puede convertir en verdad.
Tal vez no os llegue mi historia, puede que no os haya transmitido la angustia de estar sólo, de no poder escapar de un problema; pero os aseguro que no es agradable. No dejemos que los más jóvenes se sientan solos ante estas situaciones, nadie debería alimentar esas actitudes.